Partamos de que
cuando escucho música o toco mi guitarra, no pienso, me limito a sentir; a
sentir cada nota, cada acorde, cada voz, cada cuerda resbalando por mis dedos
cuando me fundo en uno con mi guitarra tocando un punteo. Si bien, en cierto modo,
visto mi mente con la música, ya que cada letra me transmite algo distinto que
la anterior; tristeza, alegría, motivación, enfado, o simplemente ganas de
hacer el loco y disfrutar.
La música es, ha
sido y será muy importante en mi vida, ya que gracias a ella muchas de las
cosas que me propongo las consigo sin rayarme en si van a salir mal, o no lo
voy a conseguir, puesto que como he dicho antes, la música me transmite
muchísimas emociones y sentimientos que me ayudan a superar cada día con ganas
y afrontar mis retos de frente. Me gusta mucho traducir las letras en inglés,
porque, aunque al principio parezca que dicen tonterías sin sentido, la mayoría
suelen ser muy profundas, con mensajes no tan claros que cuesta descifrar, pero,
si consigues averiguar su mensaje, nunca más escucharás esa canción con los
mismos oídos.
No me gusta
definir mi guitarra como ¨una vía de escape¨, aunque así sea. Siempre que estoy
decaído, ahí está ella, esperándome para subirme el ánimo, esperando que la
coja y acaricie sus cuerdas para lograr evadirme un poco del mundo y creer que
solo existimos ella y yo.
Sinceramente no
podría decir que mi guitarra o la música me hagan competentes en nada, ya que
con ellas no busco competencias, aunque se
que sin darme cuenta están vistiendo mi mente, y lo más importante para mí,
me hacen sentir.
Sentir que soy
libre, sentirme un náufrago en medio del océano, sentirme un músico frustrado
sentado en el alféizar de una ventana al que no le termina de cuadrar su composición,
sentir que el mundo es el minúsculo y yo soy el gigante, sentir que todo lo que
hay a mi alrededor va desapareciendo y poco a poco vamos quedándonos mi
guitarra y yo a solas. Sentir.
Iván Verdú
Izquierdo
1º Animación
Sociocultural y Turística